El medio ambiente está saturado de radiofrecuencias. Toda la población está sometida en mayor o menor medida a campos de altas frecuencias: antenas de televisión, radio (emisoras de FM y AM, radioaficionados, radio-taxis, bomberos, policía, militares, etc.), antenas de telefonía, wifi, teléfonos móviles e inalámbricos, radares, etc., que suponen una creciente amenaza para la salud y la naturaleza. Tal es el poder destructor de estas radiaciones que la industria armamentística ha desarrollado armas que utilizan las microondas para la anulación o la eliminación de personas, así como inhibidores de campos electromagnéticos para uso contra la población hostil.
Las radiofrecuencias se ubican dentro del espectro electromagnético en la banda de las frecuencias no ionizantes, entre los 100 kilohercios (KHz) y los 300 gigahercios (GHz), y longitudes de onda entre los tres kilómetros y un metro.
Las microondas están dentro del rango de las radiofrecuencias, Abarcan desde 300 MHz hasta los 300 GHz, en la banda de frecuencia ultra alta (0,3-3 GHz), frecuencia super alta (3-30 GHz) y frecuencia extremadamente alta (30-300 GHz), con longitudes de onda que van desde un metro hasta un milímetro.
Existe una abundante bibliografía científica en relación a estudios sobre radiofrecuencias y sus efectos en la salud de población expuesta. Emisoras de radio y televisión, así como radares pudieron servir de ejemplo de lo que se podía esperar con las frecuencias y potencias empleadas por la telefonía móvil, pero que fueron obviadas por los responsables públicos —y, por supuesto, por las compañías—, que han permitido que se generalice un campo de microondas que afecta a prácticamente toda la población mundial. La telefonía analógica, precursora de la digital, emplea señales similares a las que se usan en radio y televisión, por su parte la telefonía digital opera mediante microondas pulsadas muy similares a las empleadas en los radares. Y es precisamente la literatura epidemiológica sobre exposición poblacional a radiofrecuencias de radio, televisión y radar la que hace años indicaba que existen riesgos de padecer cáncer cerebral, leucemia y otros tipos de tumores, además de alteraciones cardiacas, neurológicas y reproductivas en relación directa a la dosis recibida; es decir, a mayor dosis mayor aumento del porcentaje de riesgo.
Hace decenios que los efectos de la radiación de microondas fueron descubiertos, investigados y documentados. Sólo en Estados Unidos la Naval Medical Research Institute documentó 2.300 artículos de investigación que mostraban más de ciento veinte enfermedades causadas por las frecuencias de radio y de microondas. Los gobiernos y los militares eran conocedores de los dañinos efectos de la radiación de microondas, pero se ocultó esta información científica para no poner trabas al desarrollo de tecnologías comerciales basadas en las microondas.
En estos estudios se comprueba un aumento de casos de cáncer, leucemia, alteraciones cardiacas, neurológicas y reproductivas en las personas expuestas a radiofrecuencias.
Antenas de radio y televisión
La transmisión a distancia de las señales de televisión, puede realizarse a través de cables coaxiales o mediante ondas electromagnéticas. El más difundido es el segundo sistema, que se basa en enviar ondas electromagnéticas a una antena transmisora.
De las investigaciones científicas es fácil extraer que cualquier persona que esté expuesta a este tipo de campos electromagnéticos puede acabar padeciendo severos trastornos en su salud. El grado de virulencia de estos trastornos y de los síntomas varía en función de la dosis recibida a lo largo del tiempo y de la capacidad individual de respuesta ante un agente agresivo.
Una evidencia más sobre los riesgos que supone para la salud y en concreto el alto riesgo de cáncer en relación a la población que vive cerca de antenas de radiotransmisión son los estudios con datos epidemiológicos.
Estudios epidemiológicos sobre emisoras de radio y televisión
Diferentes estudios indican una significativa correspondencia entre una amplia variedad de síntomas, el cáncer y la mortalidad con la cercanía de los afectados a las antenas emisoras de radiofrecuencias.
Según Andreas Varga, director del Instituto de Higiene de la Universidad de Heilderberg (Alemania), las emisoras de radiofrecuencias son peligrosas hasta tres kilómetros de distancia, y afirma que la influencia de este campo sobre el organismo puede afectar al sistema inmunológico, modificar la glucosa en la sangre o la información genética, así como aumentar las hormonas del estrés. Y es que el cuerpo humano, al igual que los árboles, hace de antena de las emisiones de radiofrecuencias.
En los años 70 se llevó a cabo una investigación dirigida por el doctor William Morton para determinar la posible influencia sobre las personas de la radiación emitida por las emisoras de FM, en relación a casos de leucemia en los habitantes de Oregón. Este estudio llegó a la conclusión de que el número de casos de leucemia se elevaba conforme aumentaba la radiación de FM. La EPA (Agencia Federal de Protección Medioambiental de EE.UU.) financió este estudio, pero decidió, ante tan espectaculares descubrimientos, en hacerlo público e ignorarlo. Sin embargo, estos resultados fueron confirmados en 1986 por los doctores Bruce Anderson y Alden Henderson, en Honolulú.
Selvin comprobó en 1992 que los campos electromagnéticos provocados por las emisiones de las antenas de retransmisión del monte Sutra sobre la bahía de San Francisco, tenían una relación directa con la elevada tasa de cánceres en niños en un radio de un kilómetro alrededor de las antenas, siendo los casos de cáncer cerebral los más abundantes. Asimismo, encontró una relación directa entre la dosis recibida y una respuesta muy significativa en todos los tipos de cánceres encontrados, especialmente en los tumores cerebrales.
Haider realizó en 1993 un estudio sobre una serie de manifestaciones de síntomas psicovegetativos que surgen en las personas expuestas a radiofrecuencias a pesar de que los valores de exposición estén por debajo de los valores límite legales actuales de exposición.
Distintos estudios siguieron comprobando un incremento del riesgo de padecer leucemia en niños que vivían cerca de antenas de radio y televisión. Uno de estos estudios epidemiológicos, realizado en 1994 por Maskarinec, evidenció un aumento significativo en los casos de leucemia en niños que residían en viviendas cercanas a las antenas emisoras de radio Hawái.
En Vernar (New Jersey, EE.UU.), población con 25.000 habitantes, el índice de casos de síndrome de Down se elevó en un 1.000%, con respecto a la media del país, achacándose estos efectos al gran número de emisoras de radio que existían en el pueblo.
En 1995, Abelin encontró que en las cercanías de una estación de radio de onda corta en Swarzenburg (Suiza) se producían problemas de insomnio y depresiones en mayor número que en zonas no afectadas por las radiofrecuencias.
Alpeter en 1995 realizó un estudio, Schwarzenburg Study, en el que encontró que en exposiciones agudas y crónicas a las ondas cortas de la radio se producían alteraciones del sueño en función de la dosis recibida. Asimismo encontró que había una clara correlación directa entre el insomnio y la disminución de la secreción de melatonina. Una prueba definitiva fue que con la suspensión de las emisiones de radio se restablecieron los valores normales de melatonina. Los investigadores concluyeron que había una relación causal entre la alteración del sueño y la exposición a las radiofrecuencias.
El trabajo de Hocking, publicado en 1996 en la “Revista Médica de Australia”, comparó municipios cercanos a antenas de radio y televisión con otros lejanos. En él se puso de manifiesto no sólo un aumento significativo de casos de leucemia en niños, sino, asimismo, en adultos, y una mayor mortalidad en los habitantes cercanos a las antenas emisoras de radio y televisión en North Sydney.
Un grupo de investigadores británicos informó de un incremento de leucemia y linfoma en adultos y niños alrededor de la antena de alta potencia de una emisora de radio de FM y de televisión. H. Dolk y G. Shaddick investigaron la existencia de un agrupamiento de leucemia y linfoma cerca de una antena emisora de alta potencia de radio y de televisión situada en Sutton, Coldfield (Reino Unido). El estudio, publicado en 1997 en la “Revista Americana de Epidemiología”, demuestra que la incidencia de leucemia en adultos y cáncer de piel era mayor de lo espe rado en un radio de dos kilómetros de las antenas, y que la incidencia de estos cánceres disminuía conforme aumentaba la distancia. Detectaron hasta nueve veces más casos de leucemia en personas que vivían cerca de la antena emisora de Sutton Coldfield, y en las zonas alrededor de otras veinte antenas se encontró asimismo un significativo aumento del riesgo de padecer leucemia. Estudios australianos también encontraron un incremento de casos de leucemia y de mortalidad en la población cercana a antenas de radio y televisión.
En un estudio realizado en los alrededores de la radio del Vaticano se encontró que la mortandad entre adultos por leucemia se había elevado en un radio de seis kilómetros y que se daba un elevado índice de casos de leucemia infantil. El estudio, publicado en el American Journal of Epidemiology en el año 2002, determinó que el riesgo de leucemia infantil era mucho más elevado que el esperado en un área de seis kilómetros alrededor de las antenas y que disminuía significativamente al aumentar la distancia.
Orjan Hallberg y Olle Johansson realizaron en el año 2002 un estudio sobre la evolución del cáncer en el siglo veinte, titulado Cancer Trends During the 20th Century. En sus resultados se comprueba que en los Estados Unidos, Suecia y otros países las tasas de mortalidad por melanoma de piel y cáncer de vejiga, próstata, colon, mama y pulmones estaban estrechamente relacionadas con el nivel de exposición pública a ondas de radio. Comprobaron que había una correlación entre el aumento de la transmisión de radio en una localidad determinada y el aumento de algunas formas de cáncer. De la misma forma, cuando dicha transmisión de radiofrecuencias disminuía, también lo hacían esas formas de cáncer. Finalmente hicieron un descubrimiento que en cualquier otra circunstancia con respecto a la enfermedad silenciada hubiese dado la vuelta al mundo, pero que en este caso apenas ha tenido repercusión en los medios de comunicación.
En todos los países que estudiaron y en todas las regiones de Suecia se daba un mismo fenómeno estadístico: la exposición a radiofrecuencias era un factor tan decisivo en el desarrollo del cáncer de pulmón como el hecho de fumar tabaco.
Si esto en sí ya es un problema sanitario de enormes repercusiones, apenas es la punta del iceberg en una situación que ha ido creciendo exponencialmente desde entonces. De un número de miles de antenas de radio hemos pasado a centenares de miles de antenas de telefonía, de wifi, etc., así como miles de millones de teléfonos móviles, ordenadores, teléfonos inalámbricos, etc., que hacen que el fondo electromagnético actual sea miles de veces mayor que el de hace unas décadas, y buena parte de esa elevación se ha producido en la última década.
A pesar de todo ello, no se ha tomado ningún tipo de medida paliativa o de protección de las poblaciones afectadas que viven cerca de antenas de radio y televisión.
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