En Aldea Santa Rosa todos conocen a Diego Agustín Jacob. O al menos creen conocerlo. Ex presidente comunal, empresario avícola, militante del peronismo, operador territorial de Adán Bahl y figura siempre presente en las recorridas del oficialismo. Pero detrás de su relato de “trabajador humilde” aparece un crecimiento patrimonial que despierta preguntas en Crespo y toda la región.
Jacob se presenta según la ocasión: en 2019, acompañando a Juan Carlos Kloss como suplente en la boleta del PJ, hablaba de sus años como peón de albañil, estudiando de noche para recibirse de maestro mayor de obras. En 2021, cuando Enrique Cresto recorrió Crespo y Paraná Campaña, ya era presentado como “empresario avícola” y anfitrión de la dirigencia provincial. En entrevistas locales, como jefe comunal. Y en campaña 2023, como parte del dispositivo político que apoyaba a Bahl gobernador.
Cuando la provincia transformó las Juntas en Comunas, Jacob quedó al frente de Aldea Santa Rosa. Y con ese cargo llegó lo que transforma a cualquier dirigente local: firma, presupuesto, convenios, equipos, programas de seguridad, relaciones directas con el Ministerio de Gobierno y, sobre todo, obra pública. Ese rol lo convirtió en uno de los nombres más cuidados del bahlismo en la zona.
Pero lo que realmente pone a Jacob bajo la lupa no es su alineamiento político, sino su evolución patrimonial. Según documentación a la que accedió este medio, Diego Agustín Jacob y su hermano Daniel Fabián Jacob han adquirido campos y fracciones rurales en la zona de Aldea Santa Rosa–Crespo, en operaciones hechas en una escribanía de Crespo. En uno de los instrumentos públicos relevados, ambos figuran con un 50% cada uno de una fracción rural. A eso se suman otras tierras y movimientos más recientes, siempre en el mismo corredor rural, donde la obra pública tuvo impacto directo en el valor del suelo.
Y ahí aparece el punto crítico: varias obras impulsadas durante su gestión —mejoras de caminos, proyectos viales y trazados rurales— pasaron exactamente por sectores donde la familia Jacob tiene propiedad. Mientras otros productores esperan años para que les entonen un camino, en la Aldea las mejoras llegaron con una velocidad particular.
Para una persona que sostiene públicamente que viene “de abajo”, y que hasta hace pocos años trabajaba en la construcción y tenía una actividad avícola a escala local, el crecimiento patrimonial resulta difícil de encuadrar dentro de la lógica económica de la zona. La cuenta no cierra tan fácil. Y esa es, justamente, la pregunta que plantea La Caldera: cómo un dirigente que pasó de peón de albañil a presidente comunal terminó acumulando tierra, recursos y obras como un pequeño millonario rural.
Jacob también fue candidato a diputado provincial suplente en 2023, dentro de la boleta de Bahl. Participó activamente de la campaña, formó parte de los actos del peronismo y mantuvo vínculos con funcionarios provinciales que impulsaron el modelo de comunas y descentralización. Política y territorio caminaron juntos. Pero el patrimonio caminó todavía más rápido.
No se trata de una acusación, sino de un hecho público: obras que valorizan campos, campos adquiridos antes de esas obras, y una trayectoria que acumula poder político y propiedades en el mismo mapa. En una provincia atravesada por causas de corrupción, contrataciones dudosas y créditos truchos, la transparencia no es optativa.
La historia de Jacob resume un fenómeno conocido en Entre Ríos: dirigentes que se muestran como trabajadores sencillos, pero que emergen del poder provincial con patrimonio, tierra y beneficios que no se explican solo con esfuerzo. Por eso La Caldera pone la lupa donde la política no quiere mirar: en los lugares donde la obra pública y los intereses privados empiezan a mezclarse.
Fuente Informativa: LA CALDERA.
