Hay muchos modos de estar preso o sometido. A lo largo de la historia, la sociedad del mundo ha padecido las más variadas formas de hostigamiento y dominación de unos sobre otros.
En el mundo actual siguen presentes las formas de dominación, generalmente disfrazadas de supuestas buenas intenciones o bajo la forma de “nuevos hallazgos para que la humanidad viva mejor”.
No vamos a referirnos aquí a todas las formas de manipulación a la que es sometida la humanidad, porque sería largo de analizar.
Queremos referirnos a un fenómeno muy particular que ha estallado en los últimos años de la mano del avasallante avance de la tecnología.
Esa misma tecnología que muchas veces nos salva la vida, la que nos permite tener mayor confort, también nos introduce de manera forzada a modos de vida que van mellando nuestra natural condición de seres sociables.
Desde la aparición de la telefonía móvil nuestras vidas fueron cambiando radicalmente.
No podemos soslayar los beneficios que el celular trajo a nuestras vidas, dándonos la posibilidad de comunicarnos de manera rápida y desde cualquier lugar.
En sus comienzos, la telefonía móvil nos sorprendió y entusiasmó. Dejábamos atrás el viejo teléfono por línea que sólo podía utilizarse desde la casa.
Comenzamos a comunicarnos por mensajes de texto para economizar y solucionar en pocas palabras los asuntos urgentes.
Como todo, después fue usado más con fines de entretenimiento y diversión que para las necesidades básicas comunicacionales.
SE NOS VINO LA RED Y NOS ENVOLVIO
Los avances continuaron velozmente. Llegó la posibilidad de incorporar la gran red global (Internet) al móvil y con ello un montón de otras posibilidades.
Hoy, un teléfono celular ya es una minicomputadora que nos permite comunicarnos, navegar, ver videos, intercambias fotos y videos y cientos de “beneficios” que se ofrecen en 2G, 3G, 4G y ahora 5G.
Con esta parafernalia tecnológica reducida a un pequeño aparato que podemos meter en el bolsillo, la vida de la mayoría de los seres humanos se ha transformado. En algunos casos para bien, pero en casi todos para mal
YO WHATSAPPEO, TU WHATSAPPEAS, TODOS WHATSAPPEAMOS
El gran hallazgo de comunicarse sin costo, a través del conocido Whatsapp también irrumpió de un modo tan potente que logró que nunca hubiésemos imaginado.
Ni el más imaginativo estratega sociológico habría pensado que una simple aplicación para intercambiar mensajes, podría haber puesto al mundo de rodillas.
Hoy ya nadie se imagina un mundo sin whatsapp. Cuando confieso que no tengo ese “adelanto” tecnológico y me niego a usarlo, me miran con una mezcla de asombro y lástima. Me hacen sentir que soy un humano con necesidades básicas insatisfechas.
Mientras tanto, la vida continúa al ritmo del whatsapp. La gran mayoría de la humanidad transita por las calles, se sienta a la mesa, se reúne con familiares o amigos y se va a dormir con el celular en mano “whatsappeando”.
Han transformado el celular en la más efectiva herramienta de dominación. Han logrado tener al mundo con la cabeza hacia abajo, en postura cuasi autista, aislados del mundo que los rodea.
Personas que se envían mensajes de whatsapp permaneciendo ambos en la misma vivienda. Otros circulan por las calles llevándose a la gente por delante y hasta arriesgan sus vidas cruzando la calle sin advertir que un auto los va a pisar. Siempre mirando el celular.
Todos sabemos que la mejor manera de dominar a un ser humano es aislándolo de su entorno y anulando su capacidad de pensamiento.
Como prueba de esto, días pasados ingresé a un comercio atendido por una jovencita y compré dos artículos. Uno costaba $ 15 y el otro $ 30.- La cuenta era obvia, $ 45.-
Saqué un billete de $ 50.- y le aboné diciéndole: Son $ 45.- Ella, mirándome con cara de desconfianza me dice: – ¿Está seguro?
-Sí, claro – le respondí – 15 más 30 son 45.
La chica, desconfiando de mi “rapidez” mental para sumar, tomó la calculadora y dijo: – No estoy segura, voy a sumar!
Tras sumar 15 más 30 en la calculadora, se sonrió felíz. –Sí! Son 45! Y me dio los $ 5 de vuelto.
No terminé de acomodar mi compra en una bolsa y ella tomó el celular y se puso a “whatsappear”, con el rostro iluminado de felicidad.
Más claro, imposible. Aislamiento y anulación de la capacidad de razonamiento.
Si esto no se llama sometimiento, que alguien me diga qué definición tiene.
El celular se ha transformado en el rey y señor de la vida de la gente. Está a todas horas y en todo lugar, como Dios.
Es muy fuerte la imagen de las personas circulando por la calle encorvadas y con la cabeza hacia abajo, tal como marchaban los esclavos en manos de sus tratantes.
Ahora, la diferencia es que no hay latigazos, no hay sufrimientos físicos. Ahora el rebaño marcha felíz, resignado a su destino tecnológico al que lo conduce inexorablemente el consumismo extremo impuesto por el capitalismo salvaje reinante en el mundo entero.
Whatsapperos, no se olviden que el mundo existe y que tienen una vida por vivir.
Periodista Alberto José Dorati
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