Diario Nova

Guillermo Francella: El camino a la consagración-Nova

La transformación de un actor.Nació como actor popular, de comedia, y se propuso saltar a otros géneros. Lo consiguió, y es igualmente exitoso: “El Clan” ya pasó el millón y medio de espectadores.

Hace rato que es famoso, popular y respetado este hombre sencillo de apellido italiano. Pero ahora, a partir de su sorprendente interpretación de Arquímedes Puccio y del terremoto provocado por El Clan, Guillermo Francella se ve a diario en el deber de cotejar su actualidad triunfal con su no menos exitoso pasado, su mundo de comediante.

Micrófono en mano lo invitan una y mil veces a que asesine a Pepe Argento y a sus antecesores. Al contrario, celebra la comedia. Y a cada uno de sus personajes. “Es tremendo y maravilloso lo que ocurre ahora”, dice. La madurez del comediante no tiene por qué ser dramática, y menos si la buscó.

Claro que puede ser coronación, de una etapa, la última en su cine. Llamada a los gritos, pidiendo a los directores que lo convocaran para otros papeles, la de El Clan es la séptima de estas actuaciones buscadas, el personaje más oscuro y corrido de él mismo, del humorista. Un capítulo que empezó con Rudo y Cursi, del mexicano Carlos Cuarón, y que en el medio vio un Oscar por El secreto de sus ojos, donde fue el memorable Pablo Sandoval. Y pensar que iba a ser periodista Francella. No hubiera podido tomarse unos mojitos con Fidel y escucharlo al cubano decir que hacía feliz a un pueblo.

Nació en Villa del Parque en 1955, hijo de Ricardo y Adelina, “Cholita”. Su abuelos, Don Domingo y Zaida, vinieron en los barcos a fines del siglo XIX. Los trajo el mar, como le gusta decir a Griselda Gambaro. Familia de laburantes, Domingo era peón de albañil. El mismo construyó la casa de los Francella en Beccar. Dos casas divididas por un patio. Adelante la familia tipo, los padres, Guillermo y su hermano Ricardo. Atrás, los abuelos. “Papá les ofreció que construyeran allí cuando a Domingo lo desalojaron de la casa que alquilaba en Floresta, fue hermoso compartir la infancia con ellos”, recuerda. Allí, en esa casa donde vivió hasta sus 29 años, supo que quería ser actor. Allí sus padres lo cargaban: “Ya está la comida, Alfredo Alcón”.

Varios años después, tenía una inmobiliaria y coqueteaba con el periodismo cuando pasó el casting para su primera obra de teatro,Proceso interior, de Rodolfo Ledo. Era la historia de dos presos condenados y Francella tenía un personaje chico, guardiacárcel. “Como el productor era Jorge Lozano, muy conocido en el ambiente, a la obra iban actores, directores y gente del mundillo”, recuerda. Así abrió las primeras puertas. Era 1980 y empezaba a tener continuidad. En 1982 firmó su primer contrato en Todos los días la misma historia, un ciclo televisivo, también de Ledo. En el ‘83 lo llamó Hugo Moser, Mi chanta favorito, después Historia de un trepador, donde hacía de tipo jodido, ¿germén de Arquímedes?

Pero el origen del éxito coincidió con la muerte de su padre. Lo único que alcanzó a ver de su hijo fue un comercial de Cinzano. “Me vio en el cine, cuando salió fue a un teléfono público y me llamó emocionado, hablaban al mismo tiempo con mamá”, recuerda Francella, que entonces tenía 26 años. Lamenta no haber podido compartir esta historia ni ayudarlo a su padre, un laburante, como si puede hacerlo con su mamá. “Qué orgulloso hubiera estado”, susurra casi para él. En aquella época también descubrió las atrocidades de la dictadura, y todavía se angustia al pensar lo desinformado que estaba cuando se creyó el verso de la campaña anti Argentina por el Mundial. “Eramos inocentes tal vez, pero tenía 22 años, ya era un boludón, admito que debí estar informado”.

A mediados de los ‘80 su carrera cosechaba éxitos por tres carriles: cine, teatro y tele. Siempre ligado al humor popular, comercial o como gusten llamarle, un registro exitoso aunque no compartido por todos. “La risa, la complicidad con el espectador, hizo que me conectara fácilmente con la gente”, dice Guillermo, que fue cuatro veces Extermineitor, dos veces brigadista, varias veces bañero … “Viví esa época con alegría”, recuerda. Y a la par, la tristeza de la muerte del padre fue sosegada por el matrimonio con Marynés, y sobre todo por la exaltación de la paternidad, “la mayor felicidad de mi vida”.

En el siglo XXI comenzó otra transformación. Poné a Francella yCasados con hijos en la tele, textos de Mel Brooks o Los reyes de la risa, con Alfredo Alcón en el teatro. Y nuevos directores en el cine.

“No reniego de ninguna época, yo sé lo que generaban esas películas, mi hijo me espera disfrazado de Brigacop. Era feliz haciéndolo, pero no significa que siguiera con lo mismo durante 20 años”, compara. Y el ayer se cruza con el hoy y el futuro, para él ya prueba traje de de director.

Un futuro incierto, que sólo él conoce. “Todo lo que me pasó en la profesión lo busqué”, dice. La estación siguiente, queda, por lo pronto, en el camino de la popularidad. “Amo lo popular, soy un hombre popular”, define. Ya lo sabía cuando aderezaba sus anécdotas para hacer reír a sus amigos. Esa chispa sigue intacta. No hay azar, sí una sorprendente virtud que uno de sus directores definió así: ¡Qué maravilla esta posibilidad reinventarse a los 50! .

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