Diario Nova

Las Amarras se desatan o no se “desatan”-Nova

Tras el contundente dictamen del Juez Marcelo Arnolfi, suspendiendo las obras del barrio náutico “Amarras del Gualeguaychú”, que lleva adelante la empresa Altos de Unzué SA, la empresa hizo uso del derecho de apelación de tal medida.

Representados por los Dres. Alejandro Briozzo y Daniel Garbino, los empresarios mencionados, el municipio de Pueblo Gral. Belgrano y el gobierno provincial, presentaron su apelación ante el Superior Tribunal de Justicia de la provincia.

Son llamativos algunos giros literarios utilizados en el escrito presentado. Se habla de “topadora ambiental” al colectivo comunitario que actúa con total derecho para defender el medio ambiente que nos rodea.

También afirman que el juez Arnolfi asumió el rol de “ingeniero civil, ingeniero hidráulico, hidrólogo, biólogo, climatólogo, geógrafo y hasta historiador”.

Cuando se refieren a los argumentos presentados por el Dr. Julio Majul al pedir el amparo ambiental precautorio, afirman que es “panfletario” y sus alegaciones “falaces”.

Por otra parte, minimizan las 1.700 adhesiones a la medida, considerando que al resto de la población nada le interesa acerca de esta problemática por el único hecho de no haber adherido formalmente.

En algún párrafo del escrito se menciona la encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco, tomando de la misma el pasaje que dice “en toda discusión acerca de un emprendimiento, una serie de preguntas deberían plantearse en orden a discernir si aportará a un verdadero desarrollo integral: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De qué manera? ¿Para quién? ¿Cuáles son los riesgos? ¿A qué costo? ¿Quién paga los costos y como lo hará?”.

AMARRAS 7

Son muchos más los párrafos que podríamos enumerar y que nos han llamado la atención, pero no podemos extendernos y aburrir al lector.

No podemos obviar el derecho que le cabe a cualquier persona, entidad o empresa para defender su posición frente a la justicia. De hecho, así funciona el sistema judicial en el marco de la democracia y nos parece excelente que cada parte exprese sus posiciones y sus argumentos. Esto es, a todas luces, muy saludable.

Lo que no podemos evitar es expresar nuestros cuestionamientos, frente al mar de sospechas que nos embarga cuando de este tipo de emprendimientos se trata.

Ya hemos visto muchas veces estos aterrizajes imprevistos y avasallantes que, sin dar explicaciones de ningún tipo, se toman la libertad de echar mano a lo que es de todos. Esto, no pocas veces, con algunos procedimientos non santos, donde se compran voluntades para que firmen lo que sea y obtener las “autorizaciones” necesarias.

Por ello, cuando usan el término “topadora ambiental”, victimizándose como si estos pobres empresarios hubieran sido aniquilados por un diabólico e implacable poder; es bueno fijar posiciones para saber de qué lado del mostrador nos ubicamos.

En nuestro caso en particular, como medio de comunicación, creemos que harían falta muchas “topadoras ambientales” para terminar con el desastre ecológico que se ha producido en el planeta en los últimos 50 años.

Sin embargo, debemos asistir al triste espectáculo de las topadoras que, al igual que las trajo “Amarras”, se han dedicado a borrar montes nativos, destruír reservorios biológicos indispensables para la vida, reformar terrenos alterando cursos de agua, y tantas otras depredaciones que se han concretado en nombre del “progreso” y del “capitalismo salvaje e insaciable”.

Cuando se acusa al Juez Arnolfi de haber asumido roles profesionales que no le corresponden, en verdad no creo que el magistrado pueda tener alguna idea de ingeniería hidráulica, biología o climatología. Lo que sí creo es que ha sostenido un criterio de sentido común, para el cual no hace falta haber pisado las aulas de la universidad.

Los Gualeguaychuenses en particular sabemos perfectamente lo que ocurre cuando hay alguna alteración en los cursos de agua. Sólo basta recordar el desastre ocurrido en el año 1978, cuando las abundantes lluvias y sudestada se sumaron al obstáculo que se puso a los cursos del agua con los terraplenes que se habían hecho por la construcción de la Ruta Nacional 14 y otras rutas aledañas en todo el departamento. Asistimos a la mayor creciente de la historia con la destrucción que ello significó.

Por ende, cualquier hombre de campo, con mínima instrucción, puede afirmar con absoluta seguridad lo que ocurre cuando un curso de agua es modificado o cuando un terraplén se levanta en el espacio inadecuado.

Entiendo que el Juez Arnolfi no hizo más que tomar un camino de prevención frente a una obra que, evidentemente, no es inocua, ya que modifica y altera la naturaleza del río y su entorno.

Del mismo modo, cuando se califica de “panfletarios y falaces” los argumentos esgrimidos por el Dr. Majul, deberíamos tener en cuenta que este profesional no hace más que traducir el temor y la incertidumbre de una población que sospecha abiertamente que este emprendimiento puede traer consecuencias, porque nadie les ha clarificado como corresponde acerca de los detalles del mismo, nadie les ha transparentado quiénes son estos empresarios y de dónde sale tal inversión. En definitiva, nadie les ha pedido permiso para tomar y modificar algo que sólo pertenece a la población.

Tampoco se puede minimizar las 1.700 adhesiones, obtenidas mediante un trámite ultra rápido. Es cierto que hay más de 80 mil ciudadanos que no adhirieron formalmente, pero ello no significa que no lo estén haciendo informalmente. Los empresarios se llevarían una gran sorpresa si recorrieran las calles de Gualeguaychú y Pueblo Belgrano y hablaran con los vecinos sobre lo que piensan acerca de esta mega obra.

En relación a la encíclica papal y las preguntas que se formula frente a la concreción de un emprendimiento, es justamente lo que Altos de Unzué, el municipio de Pueblo Belgrano y el gobierno provincial no han hecho. ¿Se han respondido realmente todas esas preguntas? Son precisamente esas las preguntas que nos hacemos todos.

¿Es necesario hacer un barrio alterando el río existiendo tanto terreno ocioso? ¿Para quién se hace? ¿Quién lo hace?, y tantos otros interrogantes sin respuesta que hoy generan sospechas de todo tipo.

Si los empresarios son serios y nada tienen que ocultar, ya debieran haber dado las señales necesarias para aventar dichas sospechas, sobre todo en lo relacionado a los orígenes del dinero que solventará semejante inversión.

Por otra parte, debemos tener en cuenta que la demanda presentada por el Dr. Majul no es una locura jurídica, ya que está basada en los artículos de la constitución nacional que hablan del derecho de todos los ciudadanos a vivir en un ambiente sano. También toma artículos de la constitución provincial y la ley provincial 9032.

Ahora, es de esperar que el máximo tribunal de la provincia, tenga un buen criterio y falle en consonancia con la verdad. Tal vez, para ello haga falta investigar mucho, realizar pruebas, consultar a los más altos especialistas, citar a las universidades. Nada será demasiado si de saber la verdad se trata. Nada será demasiado si de defender el bienestar de los vecinos se trata. 

AMARRAS HOY 4

LA FALACIA DEL PROGRESO

 

En casos como este, siempre aflora el argumento del “progreso”. Se dice, con mucha soltura de cuerpo, que quienes se oponen a estos emprendimientos están en contra del progreso de las comunidades, en contra de la generación de fuentes de trabajo, en contra del bienestar de la población.

Es muy fácil recurrir a este argumento porque, lamentablemente, durante muchos años nos han impuesto en nuestros pensamientos una idea absolutamente equivocada del progreso. Nos han hecho creer que destruyendo la naturaleza e invadiéndola con edificios y obras magníficas lograremos el bienestar para todos.

Nada más falaz y tramposo. Las obras magníficas solo acarrean consecuencias que pagarán los más desvalidos. Sólo las disfrutarán los que tienen mayor poder adquisitivo y disfrutarán de ese supuesto confort que, más temprano que tarde, se les volverá en contra.

Amarras es una empresa ultradesconocida para todos nosotros y ya arrasó con sus topadoras un hermoso entorno natural a orillas del río y levantó enormes endicamientos que luego serán usados para emplazar viviendas.

La obra se extiende dentro del valle de inundación del río Gualeguaychú, con lo que ello significa en caso de tener que enfrentar una creciente. Esa superficie inundable, ahora modificada, desplazará el caudal de agua hacia otros sectores que hasta ahora no se inundaban. No hace falta ser ingeniero hidráulico para darse cuenta.

El emprendimiento contempla la creación de 335 lotes residenciales y 110 lotes con frente al río. Además tendrá unos 200 complejos multifamiliares, hoteles (unas 150 habitaciones), comercios e infraestructuras varias para dotar de todos los servicios necesarios al lugar.

Dicho así, es verdadera subyugante saber que habrá un espacio de esas características. Dicho así, muchas personas se convencen que será un gran “progreso”.

Aquí es bueno detenernos y reflexionar acerca del verdadero significado que encierra el término “progreso”. Podría estar frente a una discusión bizantina, porque todo depende de la lupa con que cada uno analice la cuestión.

Sin embargo, es innegable que cuando de progreso hablamos, debemos establecer prioridades. Ellas están dadas por las necesidades más básicas de la humanidad. Luego, en estamentos secundarios y terciarios, podremos ubicar algunos gustos de confort que podamos disfrutar.

Una sociedad que progresa es aquella que tiene asegurada la salud, la educación, la justicia, la seguridad, el hábitat y la alimentación. Lo demás es cartón pintado.

No podemos hablar de progreso cuando levantamos edificios y barrios lujosos, y a pocos metros de los mismos nos chocamos con las peores imágenes que genera la pobreza y la ignorancia.

Eso no se llama progreso. Eso sólo tiene un nombre: desigualdad.

Lamentablemente, la desigualdad abunda en estos tiempos en el mundo entero y está causando estragos. Si los que hablan de progreso construyendo mega obras lujosas creen que las van a poder disfrutar a futuro están equivocados.

Las consecuencias de la inequidad social existente serán aterradoras a futuro si no hay un replanteo serio del reparto de los recursos.

No habrá barrios cerrados ni edificios inteligentes que puedan frenar la barbarie que genera la pobreza, con algunos agregados como el narcotráfico que echa más nafta al fuego.

Tampoco es plantear que vivamos colgados de las lianas. El desafío es encontrar el justo medio de las cosas. Volver a las raíces y darle a la naturaleza el valor y el respeto que se merece. Incluírnos en ella y no aprovecharnos de ella.

Sin la naturaleza somos hombres muertos. No hay ni habrá nada en tecnología que pueda reemplazar lo que la naturaleza nos brinda para poder vivir.

Por ello, para cuidarla se requiere que frenemos nuestras ambiciones, que aceptemos una vida más sencilla y le hagamos el corte de manga al consumismo innecesario que todos los días nos invade.

No habrá nada mejor para todos que se suelten las amarras que nos atan a un mundo ilusorio, donde sólo vale el dinero sin importar a quién se perjudica.

Que se suelten las amarras que nos aprisionan a un falso concepto de la vida. Respetemos a la tierra y respetemos a nuestros semejantes. Así, las amarras ya no harán falta.

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