Diario Nova

Golpearon al hijo, los perdonó y puso una bicicletería para sacarlos de la calle-Nova

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Para enseñarles un oficio

 

Sergio Núñez, trabajador de la construcción en Tandil, lleva adelante un programa solidario que busca que los menores de edad no caigan en el delito y tengan un futuro mejor. Un hecho personal lo impulsó en su proyecto.

 

Lo primero que pensó Sergio cuando vio a su hijo inconsciente en el piso, todo golpeado, fue en vengarse. Quería que los agresores -todos menores de edad- fueran presos para siempre. Pero algo en su interior le decía que esa no era la respuesta. Durante los cuatro días que el chico estuvo internado en el hospital, fue elaborando en su cabeza un plan. Cuando lo tuvo armado, se lo contó a su mujer: “Voy a buscar a esos pibes, les voy a enseñar un oficio y los voy a ayudar a cambiar el rumbo de sus vidas”, le dijo.
“Estás loco”, fue la respuesta de Micaela, su esposa, todavía angustiada por lo que había sucedido. Pero ella también de a poco fue entendiendo ese proyecto y decidió acompañar a su marido.

“Todos necesitamos oportunidades. Y la cárcel no sirve para eso, sobre todo cuando son chicos jóvenes, que pueden torcer su destino con un poco de ayuda”, cuenta a La Nación Sergio Núñez, trabajador de la construcción e impulsor de la bicicletería y carpintería solidaria del barrio Villa Italia, de Tandil.
Con la ayuda de su esposa, sus cuatro hijos y de varias personas de la comunidad, Sergio puso en marcha un taller de bicicletería. Luego incorporó una capacitación en carpintería, que está a cargo de Lucas Brito, quien les enseña a los chicos a armar sillones y mesas.

La cultura de trabajo

En el patio trasero de su casa se amontonan maderas, bicicletas, herramientas y muebles. Son el material de trabajo de 15 adolescentes que se sumaron a la iniciativa, entre ellos algunos de los agresores de su hijo. Muchos de los chicos vienen de familias desmembradas, contextos de violencia y situación de calle.
“La idea es que los chicos aprendan un oficio y también la cultura del trabajo. Vecinos nos fueron acercando bicis en desuso, otros nos traen tarimas de madera. Y el dinero de lo que se vende se reparte entre los niños que están en el taller”, explica Sergio. Pero hay reglas: los que formen parte del programa, no pueden involucrarse en conflictos con la ley, tienen que ir a la escuela y no deben faltar a las capacitaciones.

Cerca de las 5 de la tarde, un grupo de adolescentes llega en sus bicicletas, entra al jardín de los Núñez e inmediatamente toman herramientas y se ponen manos a la obra.
“Antes estaba todo el día en la calle, me aburría. Esto está bueno y a lo mejor un día puede de ser mi trabajo”, dice Ramiro, un chico de 12 años que participa del proyecto. Los chicos no sólo van a lo de Sergio a aprender oficios, a veces le piden darse un chapuzón en la pileta de lona y también van a charlar con él y su esposa, a pedirles consejos o simplemente disfrutar de la compañía.
“Les damos contención. Estos chicos cambiaron mucho. La gente del barrio está contenta y algunos policías también”, dice Sergio.

Vencer la resistencia

No fue nada sencillo impulsar este proyecto. Cuando Sergio logró convencer a su esposa, se topó con la resistencia de su hijo, el que había sido atacado. “Quedate con tus nuevos amiguitos, yo me voy de casa”, le dijo el joven.
Sergio sintió que su mundo se derrumbaba. “Le preguntaba a Dios qué sentido tenía lo que estaba pasando, cómo podía permitir que se fuera. Pero la voluntad de Dios es perfecta, y mi hijo volvió al día siguiente y me dijo “Papá, contá conmigo. Yo te voy a apoyar””, recuerda.

Así y todo, el desafío continúa. “No es fácil. Estos chicos vienen con un patrón de conducta y cambiar cuesta. Hay veces que caen, hay veces que están desanimados, que quieren volver a lo que hacían antes. Pero nosotros los escuchamos, los acompañamos y confiamos en ellos. Estamos viendo frutos”, asegura Sergio.

Frutos del trabajo

Micaela, su mujer, que también pone todo su empeño en sacar a los chicos adelante, cuenta que hace unos días uno de los adolescentes le planteaba que “otro pibe del barrio”, que no va a la bicicletería, hacía “un montón así de plata”, mucho más de lo que ellos logran con la venta de las bicis y los muebles. “Me senté a hablar con él y le expliqué que los frutos del trabajo siempre son mejores, que ese chico hace plata como delincuente y eso tiene consecuencias. Es importante tener estas charlas con los chicos, acompañarlos, aconsejarlos”, dice la esposa de Sergio.

El programa cuenta con el apoyo de la Secretaría de Protección Ciudadana, a cargo de Atilio Della Maggiora. “Las cuestiones de seguridad no son sólo de la ley y la policía. Hay que dar respuestas desde perspectivas socio comunitarias. Por eso estamos muy contentos con el proyecto de Sergio”, explica Atilio Della Maggiora, a cargo de esa dependencia municipal.

Víctimas por la Paz

Sergio Núñez forma parte de una agrupación llamada Víctimas por la Paz (VxP), un espacio promocionado por la Asociación Pensamiento Penal (APP), que nuclea a personas que han sufrido hechos de violencia de distinta intensidad y que “coinciden en que la solución a los conflictos de esa índole no es el endurecimiento de la ley penal, la restricción de derechos y libertades y el encarcelamiento indiscriminado”.

“Víctimas por la Paz cree que la solución de estos problemas pasa por la pacificación de la sociedad, por la disminución de los niveles de violencia y por la búsqueda de los canales de convivencia e integración”, dice Mario Juliano, juez de Necochea, miembro de APP y uno de los impulsores de este programa. “La acción de la organización no es incompatible con la acción de la Justicia y con la imposición de sanciones de carácter penal, justas y proporcionadas a los daños causados”, señala el magistrado.

Andrés Castagno, otro miembro de VxP, sufrió tres robos a mano armada en su local de artículos del hogar en Necochea. “No quiero mano dura con los pibes. A veces la gente quiere sacarlos de la vista, mandarlos a la cárcel, sin pensar cómo es una cárcel, qué pasa adentro. Creo que deberían incluir en la secundaria una visita a una cárcel, para que cuando los chicos hablen de la prisión, sepan de qué están hablando”, cuenta. Y agrega: “El perdón es mucho más constructivo que la venganza, aunque a veces es muy difícil perdonar”.

Romper el círculo de agresión

A Sandra Ajargo, también parte de VxP, una patota le mató a su hijo de 27 años en 2011. “En una audiencia del juicio un hombre se me acerca y me pide perdón. Era el hermano de uno de los agresores. Lo miro, veo a sus padres, y me doy cuenta de que podría haber sido al revés. Mati no era un chico violento, pero uno tiene que pensar que siempre puede estar del otro lado”, relata la mujer. “Estoy segura de que se arrepintieron. No quiero vengarme. La pérdida es tremenda y dolorosa, pero ni la cárcel ni la venganza me van a devolver a Matías”, añade.

“El sistema carcelario es tremendo. No podés mandar a alguien ahí y pretender que salga mejor. Yo no quiero eso. Son seres humanos más allá de lo que hayan hecho. Y las cárceles son infrahumanas”, dice Sandra. Y concluye: “Mati fue víctima de un hecho violento. No quiero que sea un círculo de agresión, no quiero lo mismo para los que lo atacaron, a Mati no le hubiera gustado eso: alguien tiene que parar la violencia”.

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