Diario Nova

Nova Editorial : Populismo si? Populismo no ?

Si analizamos la palabra “populismo” nos vamos a encontrar, no sin sorprendernos, que se usa para designar a la corriente ideológica que reivindica el rol de estado, como defensor de los intereses del pueblo, promocionando el estatistmo y la seguridad social para asegurar el bienestar de la población.

No podemos negar que es una definición perfecta de un estado que todos anhelamos.

Sin embargo, el término “populismo” tiene muy mala prensa y es usada, en general, para señalar un método de hacer política que poco tiene que ver con esta definición.

Esta palabrita, analizada en los contextos políticos latinoamericanos, toma otros caminos que más bien están relacionados con el oportunismo y la dádiva de algunos políticos para asegurar su eterna estadía en el poder.

Podríamos afirmar que hay dos populismos. Uno en sentido positivo y otro negativo.

Podríamos compararlo con la batería del auto. El positivo te ayuda a arrancar y el negativo te deja varado, por más que le des al arranque.

El economista inglés John Maynard Keynes tenìa una postura crítica hacia la política exterior de Estados Unidos y abogaba por políticas más estatistas y concentradas en asegurar el equitativo reparto de la riqueza.

A lo largo de la historia han exisitido diversos movimientos que pugnaron para que el pueblo ostentara el poder resistiendo a las clases dominantes. Sus fundamentos fueron muy sólidos, ya que se basaban en las ideas de la cultura autóctona, sin reivindicar el nacionalismo, y siempre en clara oposición al imperialismo. Fueron muchos los que lograron realmente llevar adelante un populismo positivo, que dio poder a las clases más sometidas, reivindicándolas social y económicamente.

Sn embargo, por estos tiempos, abundan los ejemplos de gobiernos populistas que declaman con mucho ahínco las teorías Keynesianas, pero en la práctica sólo llevan agua para su molino y el pueblo sigue quedando demasiado lejos del poder real.

Se puede afirmar que, en lo teórico,  existe un uso y abuso de don Keynes, pero en lo concreto sólo se trata de cartón pintado.

Por ello, se hace necesario analizar el término “populismo” dentro de los contextos políticos que transcurren actualmente en Latinoamérica, para poder tener en claro de qué se habla cuando se califica de ese modo a un gobierno.

Tanto los presidentes, como los funcionarios de todos los órdenes, acostumbran a apelar a las teorías Keynesianas, aunque en la mayoría de los casos ni siquiera han comenzado a leer la primera página de sus libros.

Asi, se postulan promesas como más derechos para todos y todas, más consumo y el reparto equitativo de la riqueza.

Sin embargo, la realidad nos indica a menudo que no son más que promesas. Si bien es cierto que la población ha accedido a mayores derechos y se han realizado acciones tendientes a ayudar a los sectores más desposeídos, no podemos dejar de ver que sólo se han llevado adelante políticas “populistas” en el sentido más negativo de la palabra.

Si nos restringimos a nuestro país, podemos ver que ha transcurrido “una década ganada” con un crecimiento impensado de la economía, pero al final del camino todos aquellos sectores marginados que han recibido planes de ayuda, siguen estancados en la misma realidad. La ayuda sólo estuvo puesta al servicio de un clientelismo que asegura el sometimiento cada vez más acentuado de estos sectores 

que ahora siguen votando a los mismos que los siguen hundiendo en la miseria,  porque los han convencido que los están ayudando.

La realidad es que la ayuda se ha transformado en una cárcel de la que no pueden salir. Doce años de prosperidad económica habrían sido suficientes para promocionar a todos esos sectores y sacarlos de la miseria. Esto no ocurrió y todos debemos preguntarnos cuál fue el motivo. No hay mucho para pensar y darnos cuenta que los dirigentes sólo han leído de Keynes algunas páginas que les convenían a ellos y las demás las pasaron de largo por atender las obligaciones militantes.

En un populismo positivo, se habría mejorado la educación, los servicios de salud, el acceso al trabajo y el desarrollo productivo.

En el populismo negativo que nos ha tocado en suerte tenemos una escuela cada vez más diezmada, hospitales con nuevos edificios pero sin medicamentos ni tecnología adecuada, el trabajo sigue siendo una utopía para muchos jóvenes y cuando lo consiguen es precario y la producción se está cayendo de a poco con políticas arbitrarias y de ahogo impositivo que sólo favorecen a las grandes multinacionales que aterrizan para quedarse con lo que los pequeños deben vender a precios miserables.

En lugar de hablar tanto de Keynes, sería mucho más acertado poner en práctica sus teorías, combatir la corrupción, priorizar los gastos del estado y entonces tendríamos fondos suficientes para que los pobres sean menos pobres y los ricos menos ricos. Hasta ahora, se ha producido todo lo contrario.

En definitiva, el problema no es el “populismo”, el asunto es quién lo pone práctica y cuáles son sus verdaderas intenciones. Si Keynes se levantara de la tumba, seguramente le diría a nuestros gobernantes ¿Por qué no leen otro libro?

 

Periodista Alberto José Dorati.

{fcomment}